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Por Jimm Budd

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Todos van a Todos Santos

A mitad de camino entre La Paz y San José del Cabo, la minúscula aldea de Todos Santos está tomando el aspecto de un San Miguel de Allende junto al mar. Sin embargo, en contra de lo que usted haya podido escuchar, no es preciso que uno hable inglés con fluidez ni tenga dólares en el bolsillo para salir adelante.

Todos Santos, que hasta hace unos años era virtualmente una ciudad fantasma, tiene ahora cerca de cinco mil residentes y ha crecido hasta convertirse en algo así como una colonia de artistas. Por sus calles se desparrama media docena de galerías, con numerosos pintores y escultores en residencia.

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Los artistas, según hace notar un observador, se pueden permitir el lujo de vivir en Todos Santos (Los Cabos es demasiado caro) y sin embargo pueden contar con que acaudalados clientes en potencia se dejarán caer por allí para ver sus trabajos. Tanto San José como Cabo San Lucas están muy próximos. Pasar parte de un día en Todos Santos está visto como lo más elegante entre la gente que vacaciona en Los Cabos. Los golfistas y los dedicados a la pesca deportiva están a veces demasiado absortos en su diversión para dejarse arrancar de ahí, pero les encanta enviar a la respectiva esposa al pueblito para el almuerzo y algo de compras.

El gran atractivo es el Café Santa Fe, un restaurante que según afirman algunos gastrónomos desde los 1990s es el mejor de la península de Baja California. Los dueños son Paula Colombo, ex-modelo de California, y el chef, Ezio, su marido. En su menú ofrecen pasta, lo que no es de sorprender, pero también se destacan los mariscos y los productos de la huerta local. No es barato.

El Café Santa Fe ocupa una casa construida hace 150 años, una de varias que se remontan a esa época. La ciudad fue empezada por los jesuitas en 1723, y aquellos religiosos disfrutaron al hallar un oasis en una tierra yerma. Además, como estaba en el costado del Pacífico, era fresca en verano, y lo sigue siendo.

Después de marcharse los misioneros, otros llegados de tierra firme se toparon con Todos Santos. Rica en agua, se volvió región azucarera y siguió siéndolo hasta los agitados años de la Revolución Mexicana. El teatro de la ciudad lleva el nombre de un héroe local que llegó a general, y una placa indica la casa de una mujer que pasó a la historia como “La Coronela”. Pero en los años que siguieron a la Revolución, Todos Santos se vino abajo. Los manantiales se secaron. La Carretera Transpenínsular, terminada en 1973, dejó el pueblo al margen.

No puedo asegurar si la causa fue que el pueblo, para entonces casi vacío, se había convertido en guarida de hippies. Dado que la carretera pavimentada se abrió apenas en 1984, uno se pregunta cómo llegaron los hippies siquiera a encontrar aquel sitio, pero eran los tiempos en que muchos acudían en tropel a Katmandú en Nepal, de modo que Todos Santos sin duda no pareció estar tan lejos.

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Especial es el Hotel California, fundado en 1948, por un inmigrante chino llamado el Sr. Wong. Después de tres años de construcción, el hotel se inauguró el 5 de febrero de 1950. El Sr. Wong vivía en el hotel de 16 habitaciones con su esposa y sus siete hijas.  Queriendo que los habitantes del pueblo creyeran que era mexicano, el Sr. Wong cambió su nombre a Don Antonio Tabasco, lo cual no le resultó como él planeaba,  dado a que los habitantes comenzaron a llamarlo y conocerlo como “El Chino”, en lugar de Don Antonio Tabasco.

Durante los años 1960 y 1970, los detalles precisos de la historia del hotel son un poco “confusos” lo cual no es raro debido a la particular cultura de esa época en general. Hay muchas historias. Ya sean realidad o mito, nadie lo sabe a ciencia cierta.

En el año 2001, un par de canadienses llamados John y Debbie Stewart compraron el hotel. Después de completar una renovación magistral, que más tarde iba a ganar numerosos premios por su diseño y decoración original. Fue lo que dio paso a una  transformación de 16 habitaciones que había originalmente a las 11 suites del hotel que existen hoy en día. El restaurante La Coronela y el bar se añadieron después y la zona de la estación de gasolina que había originalmente se convirtió en la tienda Emporio, galería del hotel boutique.

En realidad, todo el que piense quedarse por mucho tiempo en Todos Santos haría bien en traerse varios libros buenos. En comparación con Los Cabos, en Todos Santos no hay gran cosa que hacer. No hay golf, no hay tenis, no hay kayaks para remar ni cruceros de cabina para fletarlos e ir de pesca. La playa tiene una hermosa vista pero no se aconseja nadar.

Las galerías de arte son en realidad el principal atractivo. Charles Stewart, estadounidense, se estableció en Todos Santos en 1985, apenas terminada la carretera pavimentada. Encontró el clima mejor que el de Taos, la colonia de arte de Nuevo México en la que había vivido durante años.

Siguieron otros creadores, la mayoría que proceden de los Estados Unidos. También los turistas, que suelen preguntar por las casas que están en venta, sin que les preocupe la perspectiva de aburrirse. Se están abriendo nuevos restaurantes, además de varios bares.
Todos Santos parece estar a punto de convertirse en una más de las colonias de arte demasiado caras para ser habitadas aún por los mismos artistas.


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