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Por Jimm Budd

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El escondite de Puerto Escondido.

Bohemio y barato es Puerto Escondido. La ciudad está enclavada en la costa oaxaqueña, a unas cinco horas por carretera bajando desde Acapulco o dos horas subiendo desde Huatulco.

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Por la época en que Fonatur anunciaba sus planes para convertir Huatulco en un campo de recreo internacional, hubo gente que prendía veladoras para dar gracias porque Puerto Escondido se salvaba de ese sino. Aunque sin Mexicana, hay vuelos a Puerto Escondido, sigue siendo un escondite económico.

Los surfistas -extranjeros, en su mayoría- descubrieron Puerto Escondido allá por la década de 1960, cuando ni la carretera ni la pista de aterrizaje estaban pavimentadas. Los surfistas, cabe explicar aquí, son una raza caprichuda que dedica los años de su juventud a cabalgar sobre el oleaje en su tabla. Sin duda los habrás visto en el cine o en la televisión. Este deporte nació en Hawái y está de gran moda en California. Se dice que en Puerto Escondido las olas no van a la zaga en esplendidez, el agua es cálida y el costo de vida es bajo.

Aquí encuentra uno también body-boarders (tablistas a cuerpo limpio). El deporte de body-boarding, como sólo necesita una colchoneta de hule espuma y un par de aletas, es no sólo más barato sino más fácil de dominar que el verdadero surfing. Los surfistas suelen mirar con una mezcla de desdén y burla a los body-boarders, y ninguno de los dos grupos tiene gran respeto por los turistas corrientes. Aún así, los surfistas y los body-boarders son una importante atracción turística.

Aquí tienes docenas, tal vez centenares de musculosos y hermosos jóvenes solteros sin compromiso procedentes de países del mundo entero, lo cual da a Puerto Escondido un atractivo para jóvenes solteras sin compromiso que están de vacaciones. Y con todas esas muchachas a mano, se presentan otros muchachos. Muchachos que nunca han cabalgado sobre una tabla de surf y probablemente jamás lo harán.

La calle Pérez Gasga, cerrada al tránsito de automóviles, parece ser el lugar donde los jóvenes van a ligar. La mayor parte de Puerto Escondido se apiña en una ladera por arriba de la carretera costera, pero la calle Pérez Gasga baja hasta la playa y tiene tres o cuatro hotelitos y varios cafés. Se oye hablar en inglés, francés, alemán, italiano y portugués del Brasil. Algunos clientes hablan español, pero con acento suramericano. Son pocos los viajeros mexicanos que han descubierto Puerto Escondido.

Hay cerca de 20 lugares para alojarse, desde fondas que alquilan un sitio donde colgar una hamaca por una noche. Para nadar de verdad es mejor la Playa Municipal enfrente mismo de la calle Pérez Gasga. Son enormes las olas en Zicatela (razón por la que ese lugar es preferido por los surfistas) y la resaca es traicionera. Es divertido tomar una lancha para ir a Puerto Angelito, adonde también se llega en autobús o en taxi. Ese es un buen lugar para rentar máscara y aletas y salir a bucear con snorkel. El único edificio es una palapa utilizada como restaurante de mariscos que son excelentes.

Ahora bien, no se debe confundir Puerto Angelito con Puerto Ángel, situado más adelante en la costa a mitad de camino rumbo a Huatulco. Puerto Ángel, lindo lugarcito en una linda bahía, tiene en realidad una vista más atractiva que Puerto Escondido, pero carece del revolcadero de olas deseado por los surfistas. Un poco más allá está Zipolite, playa nudista, siendo una descortesía el quedarse mirando. Desde Puerto Escondido salen excursiones en lancha con rumbo a lagunas selváticas, y en el viaje se divisan a veces delfines y tortugas marinas. A esas sí, se vale mirarlas.

El avión es el medio más fácil de llegar a Puerto Escondido, si bien muchos extranjeros ahorrativos llegan ahí en autobús. ¿Cómo se las arreglan para traer sus tablas de surfing en el equipaje? es algo que se me olvidó preguntar.

 


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