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Inspirados a moverse

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Estamos a unos días de que se cierre este año, y mi editora está nerviosa porque no ha recibido este artículo, pero quería escribir algo que nos permitiera a todos cerrar bien este 2017, lleno de viajes y experiencias. Iba a compartir las mejores razones para viajar pero creo que sería algo muy típico y prefiero contarles lo que viví en viajes y por qué los lugares que les platiqué me enseñaron algo que hace de viajar una de mis actividades favoritas.

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Tuve la oportunidad de conocer sitios nuevos y poco conocidos como Barra de Navidad, que sin duda alguna es un pequeño punto en el mapa de la República Mexicana y podrías pensar que es un lugar que no vale la pena porque no es turístico, o súper famoso. Tampoco hay videos en redes sociales al respecto, pero sin duda alguna valió todo el viaje y esa es una de las razones por las que lo disfruté. Conocí un espacio diferente, adquirí experiencias nuevas, disfruté tiempo con mi familia, probé comida en restaurantes no famosos que se volvieron parte de mi top 5, gocé puentes de carretera en un viaje de ocho horas, regresé renovada y eso es algo que no olvidaré nunca.

Me puse metas y las cumplí, y sí, para eso también sirve viajar. Tenía esta “necesidad” de conocer las Coloradas en Yucatán, ese paraíso color rosa que se hizo famoso en YouTube, Facebook, Twitter, Instagram; un lugar súper alejado de Mérida, que sí, hay que recorrer en carretera pero lo vale: el calor te carcome (sobre todo si no eres fan del sol), y al final te preguntas ¿en qué momento decidí hacer este viaje? Y estás a punto de abortar el plan hasta que llegas a ese famoso sitio salinero lleno de flamingos y color rosa y es cuando por fin conseguiste esa meta pese a los obstáculos del camino y simplemente te dices: “Valió la pena”. Eso me enseñó ese viaje a nivel personal y ese es otro de los motivos por los que me gusta viajar, me propongo metas, libro los obstáculos y al final siempre vale la pena porque, te guste o no, deja un aprendizaje.

Hay cosas en la vida que son tus favoritas y siempre te dejan cosas nuevas, no importa cuántas veces vuelvas al lugar o hables con esa persona o te pongas esa prenda. Y una de esas cosas favoritas para mí es Izamal. Desde la primera vez que tuve la oportunidad de visitar este Pueblo Mágico me transformó la vida, siento cierta conexión especial o espiritual con esta ciudad amarilla. Si busco recargar energía y tomarme un descanso para volver a encontrar el camino o perspectiva, pienso en Izamal sin lugar a dudas. La humildad de un pueblo, la armonía de los colores, el calor que se disfruta, el convento que irradia paz y las pirámides que te transportan al pasado. Sí, esa magia que se permea en el aire es lo que me deja Izamal siempre que voy; me transforma, me hace mejor, es mágico y es por eso una de las razones por las que este lugar es de mis favoritos siempre que voy a Mérida.

No hay tiempo suficiente para conocer un lugar al 100 por ciento ¿están de acuerdo? Es como cuando dicen que no puedes conocer a una persona en su totalidad y realmente coincido con ello; me lo enseñó Tlaquepaque, no hay lugar para mí como éste. Nunca tengo el tiempo suficiente para recorrer todas sus calles, visitar sus tiendas, comer en sus restaurantes, disfrutar las artesanías de sus pasillos o admirar las galerías; siempre encuentro algo nuevo y no deja de sorprenderme. Los colores nunca son los mismos, hay nuevas y variadas propuestas todo el tiempo, siempre cambia y evoluciona pero al mismo tiempo permanece y eso es algo que me encanta y que me ha dado una lección de vida. Como humanos, el cambio es constante y para muchos es complicado pero lugares como éste te enseñan que esos cambios no siempre son malos, nos ayudan a crecer y que a pesar de esto la esencia siempre queda.

A veces las cosas que más importan están cerca de nosotros y no nos damos cuenta, eso me enseñó San Ángel o Santa María la Ribera. Para escapar de la rutina, conocer lugares nuevos, apreciar dónde vivimos o, simplemente, siempre que quiero despegar mi mente de la monotonía que se vive en esta caótica ciudad no es necesario comprar boletos de avión para ir lejísimos o comer en restaurantes súper lujosos sólo por tener 10 horas de completa felicidad y escapar, respirar y seguir. Esos barrios en la CDMX tienen un aire de provincia que te relaja y dan paz con el simple hecho de recorrer sus calles, sin grandes inversiones o gastos por un viaje carísimo. En definitiva, lo más importante a veces es lo que más cerca tenemos y no vemos.

El siguiente tema no fue un lugar, fue una experiencia que las personas que vivimos en CDMX nunca olvidaremos y que de una forma u otra nos cambiaron para bien o para mal y que simplemente se quedará por siempre en la mente. El 19S sucedió, pasó, respondimos, lloramos, reímos, crecimos y resurgimos de la ceniza (literal). No he tenido enseñanza más grande en esta vida en tan poco tiempo como esos minutos que el terremoto duró y lo que vino después en cámara lenta. Aprendí que soy capaz de ser más empática de lo que creía, que el poder de una persona en redes sociales es impresionante, que unidos somos más y mejores, que todos somos hermanos aunque no compartamos la misma madre, que nos mueve el mismo sentimiento tricolor, que esa águila en la bandera es un reflejo del guía espiritual que está dormido en todos los mexicanos, que somos el mejor país, que nuestra fuerza es grande, que nuestras lágrimas son secadas por hermanos, que nuestras manos se unen cuando es necesario y que hoy estamos y mañana no sabemos.

Todo eso me ha dejado el 2017, cosas más buenas que malas, sentimientos encontrados, ansias por seguir descubriendo, conociendo, viviendo. Así que les dejo un consejo: Salgan de su zona de confort, muévanse, conozcan y reconozcan gente, establezcan metas, vayan a museos, disfruten comida en changarros o restaurantes o casas o en familia, vuelvan a sus lugares favoritos, crezcan y aprendan de todo lo que viven, saboreen la vida y empiecen así el 2018, inspirados a moverse.


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