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Colaborador invitado

Sin duda, viajar y descubrir lugares es una experiencia ancestral inherente al espíritu de supervivencia del ser humano desde hace siglos pero que sólo unos pocos podían vivir. Con el paso del tiempo, hemos adaptado y transformado las formas y medios difíciles de concebir hace apenas 80 o 70 años. Sin embargo, ese viejo espíritu aventurero lo seguimos llevando en nuestra esencia, lo que nos ha permitido romper cualquier frontera, abrir rutas, conocer gente, aprender culturas, degustar sabores, contemplar paisajes, comprar y vender o, simplemente, regresar a ese lugar que hemos hecho nuestro por diversas razones.

Desde la ventana de mi oficina en La Casa del Viaje, a media tarde veo el Airbus de Air France regresar de París; imagino a sus pasajeros llegando a México con las maletas hinchadas de compras y la bolsa del Duty Free con perfumes de última hora y quizá unos quesos esperando no ser detectados por el perro en la aduana. Pero más importante es el equipaje vivencial, los recuerdos de sabores, sonidos, luces y sombras coleccionadas por los viajeros cada día durante el viaje.

Las agencias juegan un papel importante en el ecosistema de la industria turística: conectando a los viajeros con los mejores servicios de viajes para satisfacer sus necesidades. Sin embargo, al ser un nexo entre viajeros y proveedores, estas corren un particular riesgo de recibir notas de débito costosas (tanto de dinero como de tiempo), que se generan cuando hay problemas en las transacciones con las aerolíneas.