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A veces las luces parpadean sin razón alguna y un aire frío recorre la habitación; la sangre se hiela cuando se comprueba que ninguna ventana o puerta está abierta. Otras veces son las televisiones las que se prenden y apagan a voluntad propia, o los objetos que se pierden y que aparecen en lugares donde no pudieron haberse dejado por error… Pero sin duda, lo más escalofriante son aquellos sonidos repentinos, sutiles al principio, pero que, poco a poco, cuando el oído se agudiza, se empiezan a reconocer voces y pasos que provienen de los corredores vacíos del Hotel Del Coronado, en San Diego.