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Calaveras y Brujas

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En el Día de los Muertos los ojos del mundo se vuelven hacia México. El concepto fascina. «Bajo el volcán», del autor británico Malcolm Lowry, es considerado entre las mejores novelas en idioma Inglés del siglo XX. La escena es Cuernavaca en el Día de los Muertos. La versión cinematográfica dirigida por John Huston fue nominado para un Oscar. Oaxaca y Michoacán son los destinos turísticos más habituales, aunque este año Aguascalientes y Mixquic pueden conseguir más visitantes. Ya dejé de contar el número de recorridos del Día de los Muertos ofrecidos en Internet.

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Aquí en México hay una cierta inquietud de que Halloween pueda eclipsar las tradiciones locales, pero al norte de la frontera la preocupación puede ser todo lo contrario. Hace uno o dos años, The New Yorker publicó un artículo acerca de una maestra de un kindergarten en Brooklyn quien anunció que la escuela se estaba preparando para celebrar el Día de los Muertos. «Favor de enviar fotos de sus seres queridos para nuestro altar», solicitó. «Todos los padres son bienvenidos a venir por la tarde del Miércoles para ayudar a decorar cráneos». El día siguiente la maestra explica que quiso decir calaveras no cráneos, y más tarde añadió que las fotos deben ser de los seres queridos que habían fallecido. Una abuela muy viva se había opuesto a que su imagen estuviera en el altar.

Halloween y el Día de los Muertos están estrechamente relacionados. Halloween empezó como All Hallows’ Eve, hallow siendo un antiguo término en inglés para santo. En otras palabras, All Hallows’ Eve es la noche antes de Todos Santos. En la oscuridad de All Hallows’ Eve los demonios, duendes y brujas pueden vagar libremente antes de ser enviados en fuga al amanecer por los santos. Esa fue la creencia británica. En América antes de Colón y Cortés, los aztecas celebraban una fiesta para los muertos a la mitad del año. Los españoles, a su llegada, cambiaron la fecha para que coincidiera con el calendario católico.

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«La celebración del Día de los Muertos es una parte integral de un abrazo de la muerte que es particular de la identidad nacional mexicana», escribió Antonio Weiss hace unos años en The Guardian, un periódico Inglés. Luego pasó a citar a Octavio Paz: «El mexicano está familiarizado con la muerte, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente».

Laura Lane explicó en Forbes que en el Día de los Muertos las celebraciones incluyen música, comida, oraciones y altares caseros adornados con fotos, incienso encendido, velas, flores, y los alimentos que los difuntos antes disfrutaban.
«Por la noche», escribió, «en Yucatán se puede visitar un cenote, donde el símbolo de la muerte anda en un barco, las velas iluminan el agua con el calor de la fe y la vida, mucho más evocadora y hermosa que cualquier casa encantada de Halloween.»

Sorprendentemente, el Día de los Muertos, que se celebra en muchos países de habla inglés, se ignora a la vecina Centroamérica, donde, como en España, el Día de Todos los Santos es fiesta nacional. Otra fiesta mexicana un poco internacional, el Cinco de Mayo, es más importante en el extranjero que en casa. Creo que en poco tiempo, las posadas de diciembre comenzarán a hacerse populares en otros países cuando se invite a más turistas a ellas. Todo el mundo -bueno, casi todo el mundo- busca cualquier excusa para organizar una pachanga. Pronto anglófonos desde Milwaukee hasta Melbourne pueden encontrar excusas para no trabajar entre Navidad y Año Nuevo. Y no olvidamos la semana santa. En estos momentos a los devotos católicos en los Estados Unidos sus jefes les pueden permitir algo de tiempo libre para asistir a los servicios religiosos del Viernes Santo, pero esto no es lo mismo que una semana por el mar. Tradiciones cambian. Culpemos a la globalización.


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