Como sacado de un cuento de hadas, Uzbekistán se revela como uno de los tesoros más escondidos del mundo, situado en el corazón de Asia Central. Este país es una auténtica joya, con desiertos que parecen infinitos y ciudades que conquistan el corazón de los viajeros.

Apodado “el país de Aladdin”, Uzbekistán despliega paisajes medievales y una diversidad de escenarios naturales que parecen de cuento, ofreciendo el telón de fondo perfecto para una aventura inolvidable. Lo mejor: es un destino sorprendentemente accesible para quienes desean explorar sus maravillas sin gastar de más.

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Taskent

La capital combina historia y modernidad. A pesar de la reconstrucción tras el terremoto de 1966, conserva tesoros como el complejo Hast-Imam, del siglo XVI, dedicado a Hazrati Imam, y la Madraza Kukeldash, una de las más grandes e importantes de la época. Entre las construcciones modernas destaca el metro, cuyas estaciones, decoradas con esculturas y pinturas, recuerdan al de San Petersburgo.

Taskent también es un punto de partida ideal para explorar Uzbekistán y sus alrededores, con excursiones a Amirsoy, Chimgan y el lago Charvak. Su ubicación cercana a las fronteras permite incluso visitar Khujand en Tayikistán o Shymkent en Kazajistán.

Samarcanda

Desde Taskent, los trenes de alta velocidad llevan a Samarcanda, un gran tesoro de Asia Central y Patrimonio de la Humanidad. Antigua capital del Imperio timúrida, conserva el esplendor de su glorioso pasado y es un centro cultural por excelencia.

Entre sus principales atractivos está el mausoleo de Tamerlán, que guarda la tumba del célebre conquistador del siglo XIV, y el Registán, el conjunto de madrasas que dominaba la plaza central donde antaño se detenían las caravanas de la Ruta de la Seda. Sus cúpulas celestes y fachadas decoradas con mosaicos turquesas y mayólicas hacen sentir a los visitantes que retroceden en el tiempo.

Bujará

Esta ciudad alberga más de 140 monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad, entre ellos madrasas, mezquitas, minaretes y caravasares que hoy funcionan como talleres artesanales y bazares cubiertos con cúpulas características. Pasear por su casco antiguo es una lección viva de historia islámica y arquitectura medieval.

Destaca el Mausoleo de Ismail Samani, oculto bajo la arena durante siglos para protegerlo de los mongoles y descubierto en 1934, con una imponente fachada y un interior ornamentado. También se encuentra la mezquita más antigua de Uzbekistán, actualmente convertida en bazar de alfombras, construida sobre los restos de un antiguo templo budista.

Jiva

Al llegar a Jiva, sorprenden sus imponentes murallas del siglo XIV, que protegen un tesoro de arte islámico. Dentro de la ciudadela fortificada Itchan Kala, Patrimonio de la Humanidad, se encuentran mezquitas, madrasas y minaretes decorados con mosaicos y arabescos que transportan al visitante a otra época.

Entre sus principales atractivos están el Kalta Minor, un minarete incompleto considerado uno de los más bellos del mundo, y la mezquita Juma, con su sala sostenida por un bosque de columnas de madera talladas con motivos vegetales y caligrafía cúfica. Los museos locales, como el Museum of Scholars, permiten conocer figuras históricas como Avicena y al-Juarismi, pionero en el concepto de algoritmo.

Mar de Aral

El mar de Aral ha perdido cerca del 90% de su superficie debido a un proyecto soviético de irrigación en los años 60, que desvió sus ríos para cultivar algodón. Este desastre provocó la desaparición de ecosistemas y el sustento de miles de familias, dejando un desierto salino que aún guarda las cicatrices de aquella tragedia.

A pesar de ello, la región ofrece paisajes singulares, con salares, acantilados y fauna adaptada, y refleja la resiliencia de la población local. Una oportunidad ideal para conectar con la esencia más genuina del Uzbekistán rural.

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