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Una sociedad en problemas

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Podemos creer que es el resultado de la televisión, el cine y el internet, pero obedece a un tema completamente planificado por las mismas compañías que nos dicen qué comer, qué deberíamos pensar y qué es lo que debemos creer. Manipulan la tecnología y la información haciendo que la gente sea preocupantemente ingenua.

Si vas por la calle y una persona señala al cielo diciendo: “un platillo volador”, mucha gente girará y otros más confirmarán la visión. Si alguien saca repentinamente unos binoculares y dice: «es un globo meteorológico», varias personas dudarán de eso e incluso se enojarán con el individuo que les pone los pies en el suelo.

En el siglo XXI, no son los jóvenes quienes imitan a los adultos, es exactamente lo contrario; la experiencia y el conocimiento que proporciona la edad parece que no se considera una virtud. Antropólogos y psicólogos han estado advirtiendo sobre este fenómeno principalmente en Occidente.

Debido a los avances de la medicina, la esperanza de vida aumenta incesantemente; sin embargo, las personas envejecen como siempre. Pero los alimentos, los hábitos, los cosméticos y las cirugías juegan un papel importante en el hecho que la población adulta todavía tiene rasgos joviales. La juventud es hoy un tema de adoración y alabanza, y el problema no es que la gente trate de parecerse a esta edad físicamente, lo preocupante es que un porcentaje creciente de adultos está tratando de extender la adolescencia a edades muy avanzadas, alejándose del mundo real.

Muchas entidades, principalmente empresas globales de alimentos, farmacias, petroleras y aspirantes a gobernantes, consideran a la inmadurez en el adulto como un aspecto deseable. Todos conocemos adolescentes de 30 o 40 años que viven con sus padres, generan una sensación de inutilidad profunda, actúan como si tuvieran permiso para cometer errores, movidos sólo por el impulso, la búsqueda de satisfacción instantánea y no le dan importancia a la cultura del pensamiento, la reflexión o la comprensión.

Cuando hablan de política simplifican todo y su discurso se limita a lemas sin profundidad. Tenemos un ejemplo muy cercano: a un candidato no se le exigió que tuviera ideas y capacidad para llevarlas a cabo y miles privilegiaron su atractivo físico y «frases divertidas» conectando con un electorado de mentalidad juvenil.

En casi todo vemos la preponderancia de las actitudes lozanas sobre las maduras. No hay reflexión y la búsqueda es por el placer a corto plazo; en muchos casos, la rabieta y el berrinche dominan sobre la superación personal, el esfuerzo y el mérito en el ámbito laboral.

Se ve, en muchos medios, la proliferación de temas como los ovnis, las bubis y las pompas, mismos que predominan sobre el análisis de información seria, a excepción de los programas formales. Durante muchos años, los canales de documentales como Discovery, History y NatGeo fueron mis favoritos, y algunos mantienen programas importantes, pero se han concentrado en la fantasía, publican documentales sobre sirenas, gigantes, monstruos y extraterrestres fundados principalmente en esa ignorancia y ausencia de razonamiento que hoy mueven a Occidente.

Los predicadores del Apocalipsis y los ovnis ejercen una fascinación singular sobre las personas que no leen, educadas con Wikipedia. Se está formando una colectividad que es víctima fácil del terrorismo, el mundo nunca ha sido tan seguro como ahora; pero el ciudadano promedio vive con miedo. Se está formando una sociedad frágil que teme a su propia sombra, a los extraterrestres, las profecías de Nostradamus, a lo que come y a lo que respira, está aterrado de las noticias que por definición son sólo casos aislados.

La madurez es básicamente la adquisición del juicio para distinguir el bien del mal, la formación de principios y, sobre todo, la disposición a aceptar la responsabilidad. Pero muchos políticos aprovechan esta mentalidad para diluir las obligaciones individuales, aseguran al «adulto-adolescente» que el gobierno debe resolver incluso la más mínima dificultad, y que debe delegar en sus líderes todas sus decisiones, renunciando al pensamiento crítico. Promesa de una adolescencia eterna, despreocupada y feliz.

Esta mentalidad de falta de responsabilidad, de pensar que se merecen todos los privilegios y el derecho a la pataleta y el desorden son caldo de cultivo ideal para los políticos; más efectivo para lograr resultados que fomentar el trabajo y el esfuerzo constantes.

Para muchos, hoy vale más quien tiene miles de seguidores en las redes sociales o mejores contactos, y se le da poca credibilidad a quien defiende su posición.

Tengo la esperanza de que el otro grupo de jóvenes adultos, quienes han asumido su responsabilidad ante la sociedad y sus padres, aquellos que aprovecharon su educación, sean mayoría y que esto que estamos viendo sea sólo una moda.


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