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Caminando por el Desierto, una decisión gerencial

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En el Éxodo, los israelitas caminaban hacia la tierra prometida, habían salido de Egipto con una promesa. Sin embargo, a cada tropiezo le reclaman a Moisés: ¿por qué nos sacaste de Egipto para traernos a morir en el desierto? Sea que tuvieran sed, cuando tenían hambre, cuando enfermaban, a cada tropiezo elevaban al cielo su puño. Pienso que eso mismo nos pasa como gerentes y profesionales.

Cada vez que había un tropiezo, los israelitas reclamaban, y en cada ocasión de nuevo se presentaba un prodigio (encontraban una solución a su problema); recordaban que tenían un objetivo mayor “la tierra prometida”, y seguían caminando.

Pienso que lo mismo nos pasa en la vida y en los negocios, a menudo se nos presentan dificultades, algunas fuertes, otras no tanto, y nuestra voluntad flaquea, dudamos del objetivo; y si somos parte de un plan mayor, desconfiamos de nuestros líderes o jefes.

Particularmente, llegó lo que parecía la oportunidad profesional que esperé, y el reto era caminar con tesón hacia ese horizonte brillante. Comencé a avanzar con decisión, lo celebré y di gracias.

Nada más comienzas a caminar y ocurre algo, una cizaña, un obstáculo, algo que te detiene. En mi caso un desgarre en un hombro me mandó al hospital y a varios meses de terapia. Sin detenerme seguí adelante con mi objetivo, y otro obstáculo, los medicamentos para el dolor dispararon la glucosa y de un plumazo me convertí en diabético, nada grave, es una enfermedad más que común en México.

Te levantas, tomas impulso y retomas el camino hacia tu sueño; piensas que nadie podrá detenerte; avanzas con tesón y un mes después, otro tropiezo, debes nuevamente hospitalizarte, lo enfrentas con optimismo y te levantas de nuevo.

Pienso, si mi futuro no fuera brillante no estaría teniendo tantos tropiezos. Creo que fue una racha para medir mi templanza, tomas impulso y retomas el camino. Más apenas levantándome comienzo a perder la vista, en un proceso que no se está deteniendo y menos revirtiendo.

Sigo pensando que es sólo un inconveniente a superar, continúo luchando como gato panza arriba, he desarrollado habilidades que me permiten trabajar de forma casi normal; aunque ya no puedo leer el menú en un restaurante, y tengo que preguntar dónde está la línea de puntos para firmar; por si fuera poco, los gastos médicos sobrepasaron mi capacidad de pago, así que, como obstáculo adicional están los cobradores de los bancos y las tarjetas llamando los sábados por la madrugada y domingos por la noche.

A veces me canso, y pienso: ¿por qué me sacaste de Egipto para traerme a morir en el desierto? Pero, en mi interior reconozco que esto es sólo cizaña, obstáculos que el enemigo ha puesto en mi camino para desviarme de mi objetivo mayor. Recuerdo experiencias similares en el pasado, cuando en el trabajo y en la empresa las dificultades me hicieron claudicar, y dejé alguna meta inconclusa. No pasará de nuevo.

De acuerdo con los médicos, mi vista no está mejorando, y el estrés solamente agrava mi estado. Por tanto, he decidido, en lo profesional y personal, continuar adelante con fuerza, tropezando y cayendo pero sin rendirme, seguro pronto saldré de este desierto, y llegaré al objetivo con ayuda de Dios, quien se manifiesta a través de mi familia y amigos.

Como experto en negocios creo que más que una decisión personal, esta es una decisión gerencial, y a pesar de los problemas no hay que perder el objetivo último de llegar a la meta prometida.


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