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Hace años que no toco una consola de videojuegos, me quedé en el Game Boy color rosa y el primer Play Station. Ya no seguí con todo lo que ha salido porque no lo vi necesario. A finales del año pasado, gracias a una amiga y a su mamá, pude adquirir un Nintendo Switch Lite, porque me dio curiosidad el dispositivo y porque hay juegos de mi “época” que podía volver a vivir... y bueno, me animé. Pero fue hasta el pasado 20 de marzo que de verdad agradecí haber hecho esta inversión, una de las mejores de mi vida, se los juro, no exagero.

Y todo se veía lejano, se veía distante. Preocupaba a ratos, pero después se disipaba entre pensamientos presentes o emociones alegres. Nunca lo pensamos cerca, nunca lo vimos venir tan fuerte. Un misterioso dragón que iniciaba en Wuhan parecía sólo eso, un ser mitológico oriental que no iba a llegar, que no iba a pegar. Y así fueron pasando los días, las noticias, los tuits, los memes. Así fue el enigmático ente creciendo y comiendo todo a su paso, pero seguía pareciendo un tanto lejano.