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Sé un buen viajero… ¡Be nice!, por Fernando Cano

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Desde que tengo memoria, viajar ha sido un premio para todos. Cuando mis padres mencionaban «viaje» siempre era ligado al mar o a alguna aventura distinta que disfrutábamos.

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Lo que también recuerdo bien es la manera tan clara que ellos nos explicaban cómo debíamos de comportarnos en los trayectos, ya sea por temas de seguridad o para no incomodar a otras personas. El diálogo siempre fue muy directo, y si no era claro, ellos se encargaban de que lo fuera para nosotros. Tener educación era básico.

Con el tiempo me ha tocado viajar más veces de las que hubiera imaginado, la mayoría por trabajo, y sin embargo, en algún punto, todo el proceso del viaje me parecía mágico: los aeropuertos, los mostradores, las tiendas libres de impuestos, las opciones de comida y de descanso, los baños, el Wi-Fi… ¿Habrá Wi-Fi?

Los aeropuertos y las estaciones de autobús siempre reflejan, un poco, la resiliencia que uno tiene como viajero y la educación que logramos conservar y descubrir a lo largo del camino. Sin duda alguna la educación de ser un buen “vecino” de viaje es algo que me parece fundamental en el ámbito laboral. Uno iría más tranquilo, con más conocimiento, con menos dudas y con la certeza de no incomodar al de al lado, al de atrás, al de junto o a toda una cabina con el “suave aroma” de una torta de huevo con chorizo en un vuelo de 14 horas México-Europa Central.

Siempre he sabido que el autobús es mi transporte favorito. Me recuerda mis viajes de niño al D.F. o de vuelta a Cuernavaca, a Veracruz o a algún otro estado no tan lejano del centro de México. Recuerdo muy bien a mi nana Ene, preparando un sándwich de jamón pese a que yo pedía algo más elaborado gastronómicamente hablando: una torta de chorizo con papás o de atún con chile amarillo, por antojarlos un poco.

Evoco que ella me veía y me compartía que debíamos pensar en los demás pasajeros y no incomodar con los olores de la comida, ya que todos teníamos derecho a un viaje placentero y siempre llevar uno extra por si a alguien se le antoja un pedazo. Igualmente, al subir siempre nos pedía no gritar, no usar muy alto los “walkman” (para los millennials esto es como el IPod pero vintage). En fin, desde ahí se me marcó el respeto al espacio ajeno del otro viajero, por lo que en resumen, los autobuses (y Ene), me enseñaron a pensar en los demás mientras se viaja.

Luego vino la época de viajar a lo grande: en avión y poner a sufrir a tus papás porque perdiste el boleto en algún filtro de seguridad o por olvidar a tu hermano en la tienda de dulces por intentar acariciar a los perros de seguridad (no, no se puede, están trabajando, y a nadie nos gusta que nos acaricien los desconocidos cuando trabajamos; bueno a casi nadie). Lo normal de cualquier niño, ¿no?

Y es ahí donde aprendí más sobre el límite del espacio ajeno, a no subir los pies en la cabecera de enfrente, no meter los pies en los espacios ni patear los asientos, mirar por cortesía a la persona de atrás cuando reclinas el asiento, etcétera.

Hoy, agradezco estas enseñanzas y admiro a todos aquellos que las aprendieron, aunque luego te enfrentas a los que prefirieron poner atención a otras cosas, como el importante arte de pedir dos bolsas de botana y la lata entera de bebida.

Después de crecer y empezar a viajar por trabajo, aprendes a estar listo para casi todo, y a llevar lo necesario en centímetros cúbicos y kilogramos específicos. Y si algo he aprendido gracias a la reducción de medidas y peso que podemos llevar, es el desapego. Después de años puedo sentirme feliz de que he logrado viajar con una carry on para viajes de trabajo de una semana y con buenos resultados.

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Gracias a estos viajes sumé aprendizajes de cortesía y modales durante los espacios que compartimos con otros viajeros, es por esto que les comparto algunos pequeños trucos que he podido adquirir a lo largo de mis días de viaje y, sobre todo, a tener la educación para con los demás:

  1. Por favor, siempre báñate/dúchate antes de viajar, por salud, por cortesía.
  2. No te pongas todo el perfume, loción, almizcle, pomada de la campana u otro elemento que despida un olor muy fuerte.
  3. Si vas a quitarte los zapatos, sobre todo en los viajes largos, intenta desodorizar los mismos en caso de necesitarlo, y llevar algún calcetín grueso para esto. Evita estar descalzo, no eres Shakira en concierto.
  4. Practica el desapego, recuerda que la cabina es de todos, intenta pensar si lo que llevas realmente lo necesitas y prepara lo que puedes utilizar durante el vuelo antes de ocupar tu asiento. Es más cómodo para todos.
  5. Regla básica: el de en medio es dueño de los descansabrazos, por cortesía. Que el menos cómodo tenga algo de confort, ¿no crees?
  6. Deja el baño limpio para el siguiente pasajero.
  7. No uses el baño para arreglarte como si fuera tu casa. Lávate los dientes, aséate un poco y listo. Otros están esperando y la gente comprende que si llegas de un vuelo, por lo menos largo, te verás como un viajero.
  8. Si vas a comer algo en el avión, trata de que no se le antoje a todo el vuelo.
  9. Si te dan comida, disfrútala, o ¡no!, pero espera a que recojan tu charola para poder ir al baño o bajar tu pastilla reguladora del apetito o lo que sea que se te haya olvidado antes de sentarte; y lee el punto cuatro de nuevo.
  10. No te pares, ¡por favor!, cuando recién aterriza el vuelo. Espera educadamente a que llegue a su puerta y empiecen a descender los pasajeros ordenadamente. Nadie, en toda la historia de la aviación, ha llegado antes por su maleta que el avión a su puerta.

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Fernando Cano

Es PR-MEDIA Manager para América Latina de Czech Tourism, la Oficina de Turismo de la República Checa, posición en la cual tiene 10 años.

Posee la licenciatura en Relaciones Internacionales con una gran especialización en Relaciones Públicas y Manejo de Medios Masivos.

Tiene un MBA en Logística obtenido por la Universidad de Valladolid en España.

Es uno de los publirrelacionistas con más excelencia y visión de la industria turística de México.


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