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Persépolis

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En 1966 tuve la oportunidad de visitar por primera vez Irán, conduciendo un grupo de turistas mexicanos. Conocimos Teherán, Yazd, Isfahan, Shiraz y desde esta última por carretera llegamos a Pazagarda, donde nos detuvimos frente a la austera tumba de Ciro el Grande, fundador del mayor imperio del mundo antiguo, liberador de los judíos y primer monarca en la historia en hacer una declaración de los derechos del hombre y la libertad de cultos.

En la tarde llegamos al pie de Kuh-i-Rahmat o “Montaña de la Misericordia”, a la imponente ciudad de Persépolis. Situada frente a la planicie de Marv Dasht, sobre una plataforma de 13 mil m2, se encuentran los palacios y salones de audiencia de la ciudad… Y el impacto de subir las escalinatas que conducen a esta terraza es estremecedor.

Sobre estos se abre la plaza de acceso a la Puerta de todas las Naciones, flanqueada por dos enormes toros alados con rostro humano, de estilo asirio. Desde aquí se domina la planicie de Marv Dasht.

Yazmina

Nuestra guía, nos describió lo que ha de haber sido la llegada de las huestes de Alejandro hace 23 siglos, el polvo que levantaban los cascos de los caballos y las tropas de infantería aproximándose con sus sarisas (lanzas macedonias de 6 m de longitud) a enfrentar las legiones persas que a pesar de ser mucho más numerosas que las griegas eran más desorganizadas, con diferentes armas y sin una lengua común, compuestas de soldados originarios de las 28 naciones conquistados por Ciro, Darío y Jerjes, verdaderas “torres de Babel” enfrentándose al genio militar más brillante del mundo antiguo.

Cruzando la Puerta de todas las Naciones

Se extiende un patio rematado por un par simétrico de escalinatas decoradas con relieves de portadores de ofrendas, soldados y las figuras de un león luchando con un toro. Darío el Grande inició en 515 a.C. la construcción de la Apadana. El salón más espectacular de la ciudad con 32 columnas coronadas por capiteles de toros o leones bicéfalos que soportaban en sus pescuezos las enormes trabes de cedro del Líbano y el techo. Aquí se podían reunir hasta 10 mil personas en las audiencias del emperador.

Actualmente, sólo quedan en pie 13 de las columnas. En torno a este palacio se distribuían otros magníficos recintos como el Salón de las Cien Columnas, las alcobas de Darío y Jerjes, el Tesoro, el harem, pórticos, relieves y muros formando un laberinto de asombrosas proporciones.

Los aqueménidas

No fueron como los otros persas de las posteriores dinastías islámicas ni poetas, ni grandes médicos o matemáticos… pero basta la portentosa obra arquitectónica, la ciudad palacio más extraordinaria de la antigüedad como testimonio de la grandeza de aquel pueblo.

Puedes visitar este
bellísimo destino a través
de La Casa del Viaje.

Por Raúl García-Morineau


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