¡Una joya de Jalisco!
Cuando decidimos elegir un destino, por lo menos el 70% de la gente que conozco, escoge irse a un lugar turístico, algo que vio en Facebook y es el boom del momento, o algo que fue viral hace unos días o donde todo mundo se toma fotos y obviamente no puedes ser la excepción, nosotros elegimos algo diferente: Barra de Navidad.
Por una u otra razón, yo también lo he hecho, pero cuando decidí emprender un viaje con mi familia, mascotas incluidas, la situación se complicó. No es tan fácil que te las reciban o transportarlos, y además el lugar tenía que ser especial. Así que propuse «Sayulita» porque estaba de moda en ese momento y terminé perdiendo, ya que papá propuso Barra de Navidad y ese fue el ganador.
No me pregunten cómo convencimos a mamá porque hasta la fecha no lo sé, ni siquiera entiendo cómo es que cedí el paso a esta aventura, dicen que de todo se aprende y que todo pasa por algo; y sin lugar a dudas, así fue. Nuestra intención era llevar a mi abuelita porque mi abuelito llevaba poco de fallecido; definitivamente ella tenía que conocer un lugar nuevo. No sé, y en algún momento sentí que Tito estaba ahí con nosotros.
Así que terminé en un RoadTrip con mis papás, abuelita y perros hacia Barra de Navidad. Son millones de horas de recorrido según recuerdo (me dicen la exagerada, perdón). Descansamos en Guadalajara un día y al otro emprendimos el viaje hacia tierra desconocida (literal). Cabe mencionar que papá propuso este lugar porque de pequeño lo llevaron y aparentemente era súper wow, así que le creí o me lo vendió muy bien.
La Odisea no fue fácil, largas horas de calor, sudor, aire acondicionado, sol, hambre y sufrimiento por las nueve curvas que mi mamá contó en la carretera de Colima a Jalisco y que si tienes el valor de asomarte tantito, notarás un precipicio. La verdad es que yo me dormí y mamá fue la que “disfrutó” el trayecto.
Les cuento, Barra de Navidad…
Es un pequeñísimo punto en el mapa, se encuentra en Cihuatlán, Jalisco, un lugar bastante pintoresco y pequeñito que sin duda me gustó y disfruté mucho. Entiendo que viven del turismo aunque en el mes que yo fui era muy poco porque lo visité entre semana y la ocupación alta se esperaba hacia el fin de semana, viven prácticamente de la pesca y en efecto, vale la pena conocerlo.
En Barra de Navidad no nos quedamos en un hotel, rentamos una casa. Lo ventajoso de Barra es que todo está cerca, por lo menos a 10 cuadras máximo tenía el malecón con una vista impresionante al Pacífico, uno de esos lugares tradicionales donde la nieve es necesaria y disfrutar del atardecer es obligatorio.
A cinco cuadras máximo…
Sobre Miguel López de Legazpi, encontrarán el restaurante Ramón, donde desayuné, comí y cené y todo está rico, la gente es amable y es el lugar por tradición al que asistimos durante todo el viaje. A excepción del Manglito, papá quería vivir la experiencia, y le recomendaron este lugar que podrán disfrutar en la calle Veracruz y Yucatán. Con un ambiente muy de playa, una vista impresionante y deliciosos mariscos fue el lugar al que alguna vez salimos a cenar, si quieres puedes cruzar la laguna, que no tomará más de 10 minutos y disfrutar una comida con los pies en la arena; el problema fue el calor, no vimos mucha sombra y decidimos no arriesgarnos, total, eran vacaciones.
Sobre la misma calle donde estaba el restaurante Ramón podrán encontrar diferentes tiendas con artesanías, joyería, ropa, bolsas, ya saben… el recuerdito para llevarse de regreso. Por cierto, yo no sabía la historia del «Cristo del Ciclón» ubicado sobre la misma calle, de hecho por ahí leí que es una de las iglesias con una extraña historia milagrosa, y de verdad que es impresionante. Afuera de la iglesia blanca encontrarás una campana enorme, que si tienes suerte puedes presenciar su toque; la capilla es humilde pero eso no le quita la majestuosidad. El Cristo del Ciclón es grande e imponente y tiene los brazos caídos como ninguno otro que haya visto.
La historia cuenta que en 1971 el huracán Lily amenazaba la costa de Barra, días de lluvias constantes tuvieron que sufrir los habitantes del lugar, quienes temiendo lo peor frente a este fenómeno de la naturaleza acudieron a orar para que este cesara y ahí es cuando el Cristo bajó los brazos y la tempestad se detuvo; desde entonces está. Cuentan que es milagroso y mucha gente lo visita buscando sanación. No es un tema de si eres creyente o no, simplemente hay cosas en el mundo que se tienen que visitar sin importar nuestras preferencias religiosas, el lugar tiene una extraña sensación de calma y fuerza, todo a la vez. Es algo difícil de explicar, pero sin duda tienes que experimentar.
Mis días en Barran de Navidad fueron tranquilos, lo que buscábamos era un viaje en familia, reconectar y sobre todo que nuestros peludos conocieran el mar, logramos la meta aunque no estamos muy seguros que a ellos les gustara. Me los imaginaba corriendo por ahí, alegres como pequeños seres llenos de felicidad y lo único que hacían era huir cuando les llegaba la espuma, en fin, supongo que son como sus dueños, no los puedo juzgar.
Lo que aprendí de Barra es que, sin duda, ningún lugar es pequeño o humilde, siempre hay un secreto que podemos descubrir y conocer. Cualquier lugar vale la pena si tratamos de encontrarle provecho. No tengan miedo de experimentar nuevos destinos o poco conocidos, de comer en lugares que no son tan famosos quizás se lleven una buena sorpresa y descubran una joya gastronómica. Sin duda, Barra de Navidad es para cualquier época del año. Aprendan a tener #EspírituWanderlust.
