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Tesoros de la National Gallery de Londres

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Los agentes de viajes, sobre todo los viejos, somos una raza deformada por tanto viajar. Para la mayoría, las razones que nos vinculan emocionalmente a nuestras ciudades favoritas, suelen ser peculiaridades casi extravagantes o incluso pueriles. Tengo un colega enamorado de Madrid, al que le importa un comino el Museo del Prado, o cualquiera de las otras colecciones (Reina Sofía o el Thyssen Bornemisza)… su pasión es sentarse a media mañana en la terraza de la Pastelería Mallorca en la calle de Serrano a leer el periódico y ver pasar a la gente. Eso lo hace todos los días.

En mi juventud, cuando tenía las curiosidades despiertas, visitaba todo lo que podía, exploré decenas de museos en cuanta ciudad me topaba, y exploré calles, callejones, iglesias y plazuelas. Durante mucho tiempo, mi preferencia en Europa estaba dividida entre Londres y París, y siempre preferí la National Gallery sobre el Louvre.

De hecho, ahora, lo único que no puedo dejar de ver cuando he ido a Londres son algunas pinturas: una de ellas es el retrato de Manon Balletti, una muchacha que estuvo perdidamente enamorada de Casanova; exploré sus rincones y me sentí pleno con su riqueza y su fascinante personalidad. El único sitio que no puedo dejar de visitar es la National Gallery.

Cuando Giacomo Casanova escapó de la prisión del Plomo en Venecia, huyó a París y conoció a la hermana de su mejor amigo, esta hermosa muñeca de porcelana llamada Marie Madeleine Balletti, “Manon”, quien a los 18 años de edad se hizo amante del aventurero.

A pesar de las reiteradas infidelidades del más célebre Don Juan de la historia, ella lo siguió amando con una pasión y una ternura fuera de lo común, sobre todo en la Francia galante del siglo XVIII; prueba de ello son las 42 cartas de amor que Manon le escribió a Casanova en las que expresa su profunda pasión y ternura llamándole ‘mi amante, mi esposo, mi amigo’.

En una ocasión le regaló al célebre libertino un par de aretes de diamantes para cubrir las deudas que lo llevaron a la cárcel en París. Años después, Manon se casó con Jacques Blondel, un famoso arquitecto; y Casanova se lamentaba de su incapacidad de serle fiel a aquella ‘encantadora y pura mujer’ y sufrió una ‘decepción’ que lo marcó toda su vida.

Por Raúl García-Morineau,
La Casa del Viaje


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