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Levantarse de nuevo, una clave para el éxito

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Siempre se ha dicho que el mérito no está en no caer, sino en levantarse de nuevo. Es fácil decirlo, pero otra cosa es hacerlo; por lo que en los artículos sobre el éxito, he decidido incluir este testimonio.

Pienso en el caso de una persona que en un accidente pierde un pie, luego de un luto y depresión le ponen una prótesis y con alguna dificultad retoma su vida. Pero ahí no termina, en pocos meses le ocurre otro accidente y ahora pierde hasta la rodilla de la otra pierna. El asunto se agrava y le colocan una segunda prótesis, mas no puede seguir su vida normal. Si en el pasado le gustaba dar largas caminatas, no lo hará más; probablemente se deprima un poco, pero luego debe agarrar sus muletas y echar a andar, volver al mundo, porque éste no se detuvo por el problema.

Muy parecido el caso de un empresario, quien después de muchos años ve que las bases de su negocio se acaban. Pienso en un cervecero artesanal, quien hace 30 años ni soñaba con que el agua (que sacaba de una naciente cercana) y que era prácticamente gratis, se convertiría en un problema y en un insumo caro.

También en un fabricante de navajas y cuchillos cuyo principal punto de ventas eran las tiendas en los aeropuertos y desde 2011 sus productos fueron prohibidas a bordo de los aviones. Así hay tantos otros emprendimientos cuyas condiciones cambian radicalmente, y sólo tienen dos caminos.

La cervecería terminó por quebrar y el fabricante de navajas, aprovechando el posicionamiento de su marca, amplió su línea de negocio a maletines y relojes, que hoy son piedra angular de su empresa. Y lo que pudo ser causa de ruina, fue el motivo del nuevo éxito.

¿Cuántos de nosotros hemos apostado todo a un sueño y hemos fracasado? Muchos, salvo rarísimas excepciones. Los fracasos nos obligan a replantear lo que hicimos y a menudo nos sugieren una nueva dirección.

Cualquiera dirá: “Es fácil escribirlo cuando se habla de ‘otros”, pues bien, esta columna no se trata de otros.

En marzo del 2017 perdí el 50 por ciento (o más) de la capacidad visual en un ojo, un daño en el nervio óptico, que aunque es una condición casi irreversible, el pronóstico era en ambos ojos. La naturaleza es sabia, pues el ojo bueno compensaba el problema y el cerebro corregía las imágenes, y así como la prótesis de quien perdió un pie, acudí a unos lentes, con cierta depresión por supuesto, pero volví a la carga.

Cuando apenas comenzaba a acostumbrarme a mi nueva condición; un buen día amanecí sin ver bien con ambos ojos. Perdí el 80 por ciento (o más) en el otro ojo; de un plumazo era casi un invidente y técnicamente discapacitado.

Había de dos sopas: morir, pensando que la vida como la conocía se acabó, tener lástima de mí mismo y alzar los puños al cielo; o tomar al rábano por las hojas y aprovechar al máximo mis disminuidas capacidades visuales.

Aunque no bajé la guardia, me sometí a tratamientos médicos de toda índole, desde lo más moderno y caro hasta medicina natural. No tiré la toalla.

Investigué y aprendí a usar los auxiliares mecánicos (lupas y lentes) y electrónicos que ofrecen en el mundo, y aunque hay algunas cosas que ya no puedo hacer, llevo una vida casi normal.

No sólo eso, mi nueva condición de “discapacitado” (muy diferente de incapacitado o minusválido) me ha abierto varias puertas. Mis sentidos han progresado, como la memoria, oído y olfato; al caminar he aprendido a anticipar los obstáculos que no veo bien, y he descubierto que hay una oportunidad y mercado para gente como yo, un porcentaje importantísimo de la población que no es ciega, pero tampoco ve bien.

Estoy como la fábrica de navajas cuando le cerraron la venta en los aeropuertos, o la cervecería cuando el agua se convirtió en un insumo caro. Al principio los tratamientos médicos echaron a perder mis finanzas y mi entusiasmo, pero Dios (a través de verdaderos amigos como los propietarios de esta revista) me ayudó. Así que decidí seguir adelante, sacar todo el provecho a mi nueva condición, y aunque a ratos me deprimo, no puedo dejar de adivinar un futuro brillante e igual o más productivo que el pasado.

La mía es una lucha que apenas empieza, pero ojalá este testimonio sirva de inspiración a tantos amigos y colegas, quienes hoy ven el futuro gris por la competencia desleal de sus socios (las aerolíneas), de las OTAs, brokers y un largo etcétera. Puede ser parafraseando a El Principito, que no poder ver con los ojos, nos permita conocer la esencia, y descubrir la oportunidad de éxito.

p24-mar2018-01


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