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Iván el Terrible, 16 de noviembre de 1582

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En tiempos de la Unión Soviética, hasta donde recuerdo, era obligada la visita a la Galería Tretyakov, en Moscú, donde se encuentra la mayor exposición de pintura rusa. La primera vez que llegué debió ser a finales de los años 60. No me esperaba encontrar con cuadros de la belleza y calidad de factura con que fui asaltado en las salas de la galería.

En la actualidad, los circuitos en Rusia ofrecen la visita a la Tretyakov como un paseo opcional que mucha gente omite. Pero créanme, una hora en la galería será uno de los recuerdos más valiosos del viaje a Rusia, cuya pintura, todavía casi desconocida en Occidente, tienen la misma grandeza que su música y sus escritores considerados entre los más grandes del mundo, sobre todo Dostoyevski y Tolstói.

Andréi Rublev

El primer cuadro que hay que ver es La Trinidad, un ícono de 1424 realizado por Andréi Rublev. Aquí, la Trinidad está representada por tres ángeles en vez de las figuras de Cristo, el Espíritu Santo y Dios Padre.

Otros lienzos son un retrato de Tolstói de Iván Kramskoi y, del mismo autor, una obra extraordinaria, Jesús en el Desierto… personalmente el retrato de Jesús más poderoso, un hombre en duelo con sus pensamientos y agonías interiores. También la Niña con Melocotones de Valentín Serov, Atardecer en el Volga de Isaak Levitan y la Llegada Inesperada de Iliá Repin.

Hace poco más de un año, un visitante a la Galería Tretyakov entró con un puñal y atacó una pintura de Repin. En 1913, un pintor de íconos desquiciado también asestó tres puñaladas al lienzo. En aquella ocasión el cuadro fue restaurado por el propio pintor. La obra “víctima” de estas agresiones se titula: Iván el Terrible, 16 de noviembre de 1581.

Una de las historias nos cuenta que el zar Iván, al encontrar a su nuera impropiamente vestida la golpeó provocándole abortar al bebé que venía en camino. Alexey, hijo de Iván, reclamó indignado el acto de su desalmado padre y este reaccionó con una explosión de ira golpeando con el cetro la cabeza del zarevich.

En este momento Iván se percató de su monstruosidad y, enloquecido, abrazó a su hijo tratando de devolver la vida que, involuntariamente, en un arrebato de locura, acababa de arrancar. Este cuadro es desgarrador… la expresión de dolor rayando en la demencia en el rostro del viejo zar y el rostro ensangrentado del joven a quien se escapa una lágrima póstuma, es una de las composiciones más devastadoras en la historia del arte. Y aunque es casi imposible ver este cuadro sin sentir un nudo en la garganta y una punzada en el vientre, sólo por ver esta obra de Repin vale la visita a la Tretyakovskaya.

Raúl García-Morineau
de La Casa del Viaje


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Raúl García-Morineau, Director de Operaciones y Capacitación de La Casa del Viaje


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